lunes, 10 de octubre de 2022

RICCARDINO

Pues hasta aquí hemos llegado. Aquí terminan las aventuras del comisario Montalbano. O eso dicen la promoción del libro y los artículos de prensa. Pero la verdad es que yo no lo tengo tan claro. ¿Puede terminar algo que ya te pertenece para siempre? ¿Los sueños premonitorios, la risa constante, la trattoria de Enzo y los portazos de Catarella? ¿Pueden terminar el sol y la mafia, los celos compulsivos y el desafío burlón a los poderes corruptos? ¿Puede terminar esa Italia tormentosa, ese país áspero y bellísimo gobernado por los hilos invisibles de la mafia y los sacerdotes? Novela a novela, Camilleri ha creado un mundo literario que ya forma parte de mí. Y que no puede terminar, porque volverá a cobrar vida y a desplegar su encantamiento cada vez que abra cualquiera de sus treinta y tres novelas. 

Riccardino es una novela distinta al resto de la serie. Y no solo porque sea la última o tenga un título poco habitual en comparación con el resto. Camilleri la escribió en 2004 y la guardó en un cajón, reservando su publicación para cuando decidiera terminar con el personaje. Y sí, termina con su Salvo Montalbano, pero no de la manera que cualquiera esperaría. 

Riccardino es distinta por muchos motivos maravillosos. Por ejemplo, el narrador hace que su protagonista hable con el propio Camilleri, el Autor, que le pide información sobre su vida y el caso que se trae entre manos para escribir la historia a la vez que el protagonista la vive. Y no solo eso, sino que Montalbano está picadísimo con el actor que hace de él en la serie de televisión por ser diez años más joven y robarle protagonismo y popularidad. 

No quiero contar mucho más. Sólo que esta última aventura es una autoparodia fina y divertidísima sobre los límites de los personajes y cómo estos cobran tanta independencia y vida propia que hay que pedirles permiso y consejo a la hora de crear sus historias. Y es que el Autor se queja de que su personaje no está siendo sincero con él y le llama a cualquier hora para pedirle explicaciones y que se deje de tonterías, que no hay derecho que con el caso de Riccardino vaya tan perdido y le esté haciendo escribir una novela tan poco resultona. En fin. Una fiesta de despedida por todo lo alto. 





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