Una mujer en la cincuentena se enamora de otra mujer. Qué natural y qué terremoto. Toda una vida de repente se tambalea. Lo que era seguro ya no lo parece. Y la luz y los fuegos de colores la elevan hacia una dulce taquicardia a la vez que le quitan el suelo de los pies.
Este cómic cuenta un enamoramiento. Con su ansiedad y su secreto. Su transgresión y su éxtasis. Hay caos y hay dolor. Un matrimonio estable y feliz salta por los aires por una atracción inesperada, que no es un capricho ni una verdad definitiva, sino simplemente un descubrimiento. Un regalo. Algo tan intenso y tan valioso que no existe la posibilidad de dejarlo pasar.
Este cómic habla de lealtad y de celos. De amor y de deseo. El júbilo convive con el miedo en una vida puesta patas arriba por algo más fuerte que la razón, un sentimiento del que no se puede escapar (y pobre de aquél que lo consiga, qué páramo emocional heredará de su decisión).
Me gusta que no se hable de la edad ni de la orientación sexual. Que el sentimiento y su enmarañada red de complicaciones sea lo universal, y el resto, detalles que no hace falta ni mencionar. Me gusta que no se hable de la posesión. Que a pesar del dolor y de los celos y de las autoestimas dañadas, todos los personajes den por supuesto que por encima de todo está la libertad de cada personaje de elegir en cada momento qué quiere hacer, con quién quiere estar, qué estela de qué amor va a seguir.
Una mujer en la cincuentena se enamora de otra mujer. Qué natural y qué terremoto. Conozco unas cuantas mujeres a las que esto les parecería imposible. Imposible de imaginar, siquiera. Una frivolidad incomprensible, ¡un escándalo! Y me ha encantado que Anneli Furmark haya escrito esta historia así, con la sencillez y el impacto de las historias universales que dejan huella, más allá de detalles que para las generaciones anteriores eran murallas y que hoy, afortunadamente, ni mencionamos.
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