jueves, 22 de julio de 2021

AGATHA RAISIN Y LA QUICHE LETAL

Tenéis que conocer a Agatha Raisin. Tenéis que conocerla inmediatamente. Esta ejecutiva londinense que se compra un cottage en los Costwolds para retirarse del bullicio urbano es odiosamente irresistible, encantadoramente arisca. Y no lo digo yo, M. C. Beaton (1936-2019) ya lo deja claro: "En algún rincón de su cerebro rebullía la vaga idea de que ella, Agatha Raisin, no era precisamente un encanto de persona". Y precisamente por eso, quizá, por la complejidad del carácter de esta heroína tan poco convencional, y por el enorme potencial que tiene para desarrollar sus contradicciones, desde este mismo momento quiero leer todos sus libros, los treinta de la serie, al ritmo que decidan marcar las traducciones de los amigos de Salamandra, sin saltarme ni uno. 

Pero no es sólo el carácter de Agatha Raisin lo que me ha cautivado de esta novelita. También es el paisaje. Ay, los Costwolds. Esos montes suaves llenos de casitas de piedra que parecen salidas de un cuento y que uno imagina habitadas por entrañables hobbits, entregados en cuerpo y alma a los placeres sencillos de la vida. Uno se queda embobado, con la mirada perdida en los colores cambiantes de la luz reflejada en las hojas de los árboles hasta que, con una sola frase, la buena de M. C. Beaton, con su malicia tan británica, te sacude de tu ensoñación y te planta en las narices una realidad no tan idílica. "Las casas doradas resplandecían al sol. Pero la belleza no sólo atrae a las bellas personas". 

Y es que, ¿qué sería de un pueblo sin sus secretos y sus rumores maliciosos? Tras una decorosa cortina de comentarios sobre el tiempo y los cultivos, los vecinos de Carsely esconden malignidad suficiente para llenar días y días de cotilleos. Y no todos precisamente poseen la bondad de la señora Bloxby, "un arma que resplandecía frente a las tinieblas de la noche". ¿Cómo podrá llenar sus días la dinámica y urbanita Agatha Raisin entre mujeres temerosas de Dios cuya mayor aspiración consiste en reunirse en la vicaría para comer pastel de pasas y cotillear incansablemente sobre los demás? 

Con su humor sarcástico nada inocente, Agatha Raisin me ha recordado mucho a Miss Marple. Y teniendo en cuenta los paralelismos entre esta intrépida aprendiz de detective y las novelas de Agatha Christie, que la propia Agatha Raisin no pare de devorar las novelas de su tocaya me parece un guiño de la autora sencillamente irresistible. 

Tras una vida entera sin preocuparse por los demás, Agatha Raisin no puede evitar meter su naricilla curiosa en los secretos más oscuros de sus vecinos de Carsely, medio queriendo medio sin querer, y termina poniendo sus vidas (y sobre todo la suya) patas arriba. En la librería ya le hemos hecho el hueco que se merece a esta heroína deliciosa para que siga poniendo nuestras tardes lectoras patas arriba de puro placer. 





No hay comentarios:

Publicar un comentario