martes, 22 de noviembre de 2016

LA PIEDRA OSCURA

Miro su fotografía y me lo imagino con Lorca. Trotando por media España con La Barraca, llevando a Lope y a Calderón por pueblos y ciudades. Con apenas veinte años, prendado de Lorca. Embriagado de Lorca. Sin creerse ese fuego que le ha nacido nuevo en venas desconocidas, él, que siempre había ido con chicas, muerto de vergüenza ahora al verse convertido en la sombra enamorada de ese hombre. Pero qué hombre. Qué pasión. Qué versos le escribe. Sonetos del amor oscuro, amor extraño e imparable, amor-vendaval que todo lo arrasa, dulce y terrible. Para Rafael, cartas y versos. Y amor en camas de hotel, cuerpos enlazados en la clandestinidad, "¡Oh gruta de algodón, penumbra y llama!"

Pero qué hacer, cómo ser siempre la sombra del gran hombre. Ahí va ese chico, pegadito a Federico, escucha Rafael que murmuran a su paso. Y se va de vacaciones cuando toda España tiembla, violenta y descontrolada como su amor por el poeta, en el verano de 1936. Se va y le deja en Madrid, sin saber que ya no volvería a verlo, sin saber que ya no volvería a amar y que le sobreviviría exactamente un año, hasta el 18 de agosto de 1937, cuando murió desangrado en el Hospital Militar de Santander, tras haber sido herido en el frente adonde se fue a luchar, quizá, para vengar la muerte de su amante, de su poeta, o para olvidarlo todo y dejarse llevar por un mundo convertido en infierno. 

Esta pieza teatral de Alberto Conejero recrea lo que pudieron ser las últimas horas de Rafael Rodríguez Rapún, último amante de Federico García Lorca e inspirador de los Sonetos del amor oscuro. Herido de muerte en el transcurso de un ataque aéreo, su tenso diálogo con su carcelero desvela su trabajo como secretario de La Barraca, su compromiso con los valores de la República y su amor por el gran poeta, que abandonó en Madrid el verano que lo mataron y al que no pudo proteger de sus asesinos. Por estar con él, no se fue Federico a Argentina cuando Margarita Xirgu se lo pidió. Rafael, su amor, le dejó solo y lo mataron. ¿Puede alguien perdonarle eso? ¿Cómo ha podido seguir viviendo desde entonces? 

Federico García Lorca y Rafael Rodríguez Rapún

Federico le dejó a Rafael dibujos, fotos, cartas y manuscritos desaparecidos durante el asedio a Madrid en la Guerra Civil. De su amor está publicado poco más que los seis sonetos.Y es imperdonable que algo así no se sepa, que no se escriban libros sobre ello. Que Lorca siga enterrado en una fosa sin nombre y que los asesinos lograran reunir a un país entero de cómplices para su pacto de silencio. Esta pieza de Alberto Conejero es emocionante. Emociona su pasión, la tensión de los dos personajes siempre a punto de saltar en pedazos, la ternura, también, cuando aciertan a dialogar y dejan el miedo por la compasión o el entendimiento. Ambos víctimas de un país enloquecido, saturado de dogmas y muerte, podrido de violencia e impunidad. La poesía de Lorca está en las frases de Rafael, en sus súplicas y en sus recuerdos. Y con ella, el autor pone nombre a este amor, el último, el más intenso de nuestro poeta más universal, para que no se olvide su nombre perdido en alguna maleta llena de papeles viejos. 

Nombrar las cosas para que no desaparezcan. Traerlas a la luz. A los libros. A la verdad. Porque, por mucho que les pese a los que desprecian la memoria histórica, los cadáveres no se han ido. Siguen ahí, en sus cunetas, cada uno con una herida, un nombre y un apellido. Y no van a desaparecer mientras haya alguien que quiera contar su historia. 

La piedra oscura está en cartel hasta febrero.
Sin memoria no hay vida. Ni justicia.
No se la pierdan.




No hay comentarios:

Publicar un comentario