viernes, 7 de marzo de 2014

YO MATÉ A SHEREZADE

Joumana Haddad es una mujer árabe furiosa. Una mujer árabe furiosa y poeta. Una mujer árabe furiosa, poeta, periodista y fundadora de la revista cultural Jasad, muy controvertida en Líbano por el protagonismo del cuerpo en sus contenidos. Y una mujer árabe furiosa que escribe un libro para explicar qué significa ser una mujer árabe hoy en día, con sus contradicciones, sus libertades y su necesidad de gritar su rebeldía.
De alguna manera, es la versión árabe, culta y poética de Caitlin Moran y su libro Cómo ser mujer. Ambas comparten una perplejidad contestataria sobre la forma de afrontar la feminidad y ambas emplean su indignación para fustigar sus respectivas sociedades machistas, retrógradas y violentas en las que la mujer es vista y concebida como un complemento decorativo, en ocasiones útil y finalmente desechable de la vida del hombre.
No es fácil ser una mujer así en una ciudad como Beirut. Una ciudad "en la que no se vive, se sobrevive". Es cierto que tiene fama de ciudad abierta, más cosmopolita e igualitaria que la mayoría de las ciudades árabes de Oriente Próximo. Pero es una ciudad que rechaza con violencia cualquier iniciativa como la de Haddad.
Fundar una revista cultural con fotos de cuerpos desnudos, tanto de hombres como de mujeres.
Escribir poemas en árabe utilizando la palabra pene y publicarlos sin seudónimo a los veintiséis años.
No rehuir ninguna polémica, desafiar a la censura con cada palabra, con cada número de la revista, con cada libro publicado, con cada declaración beligerante.
Actividades todas ellas muy poco "propias" de una mujer árabe y que le han valido a la autora numerosos insultos, difamaciones y amenazas de muerte y de todo tipo de tormentos medievales y apocalípticos.
Porque Beirut es una ciudad donde se censuran las alusiones sexuales de las películas, "donde los homosexuales tienen que esconderse como si fueran una plaga letal, donde las autoridades religiosas siguen teniendo la última palabra en cuestiones públicas y privadas de la gente, donde la anarquía se considera orden y la idea del honor va estrechamente ligada a lo que hay entre los muslos de una chica." En un lugar así, criticar la religión es un acto de valentía. La autora fue a colegios cristianos durante catorce años. Recibió una educación que la llevó a pensar que la religión encorsetada en las escuelas sólo es capaz de producir dos tipos de personas: las "cargadas de complejos" y las "adictas a la transgresión". Y ha dedicado buena parte de su vida a destrozar ese corsé, esa muralla infranqueable hecha de tabúes con la que las sociedades religiosas (musulmanas, cristianas y judías) se defienden de la libertad de pensar, de actuar y de expresarse. La cita que recoge Haddad al hablar de religión en Bierut es reveladora: "Tenemos la religión justa para que odiemos pero no la suficiente para que amemos". (Jonathan Swift 1667-1745).
Joumana Haddad
El título del libro alude al personaje de Las mil y una noches, Sherezade, una mujer ensalzada en la cultura árabe por haber tenido la inteligencia y la astucia necesarias para escapar de la muerte sobornando al hombre con sus historias infinitas. Y la autora de este libro aborrece este personaje. ¿Qué mensaje se puede extraer de una historia en la que una mujer tiene que sobornar a un hombre para que no la mate? ¿Cómo se puede identificar el ingenio o la resistencia femenina con un personaje que se ve obligada a negociar por el derecho a vivir?
La furia de Joumana Haddad ha matado a Sherezade. La ha matado con sus dos manos. Y con las manos de todos aquellos que escupen sobre lo que desean y pretenden obligar al mundo a renunciar a lo que temen. Ha matado un símbolo cultural en un acto íntimo y revolucionario, ha matado la idea de sumisión y humillación que condena a las mujeres, y a las mujeres árabes en concreto, a una vida en perpetua espera, a una vida en muerte.
Siento una admiración incondicional hacia los escritores y periodistas que no se dejan amedrentar, que atacan la hipocresía criminal de su sociedad para tratar de vivir dignamente. Joumana Haddad reclama su derecho a la libertad de escribir con libertad, de escandalizar, de ser todo lo explícita que quiera ser, no como un lujo o una extravagancia, sino como una necesidad vital. No es fácil ser una mujer que escribe sin concesiones en un país árabe. Pero lograr serlo, tener éxito y publicar libros que se venden, se leen y se traducen a otros idiomas supone, en palabras de la autora, "una realización como persona verdaderamente fabulosa".
Generalmente, un libro me gusta cuando me reconozco en él. Y me gusta todavía más cuando ese reconocimiento me parece improbable y sorprendente. Me gustan los libros como espejos que te devuelven tu reflejo desde perspectivas diferentes, no como espejos que te embellecen para reafirmarte en tus propios prejuicios ni como espejos distorsionadores que te hacen parecer un monstruo. Me gustan los libros como espejos que te devuelven tu reflejo desde dimensiones desconocidas, con iluminaciones insólitas, y que, como en este caso, me hacen reconocerme, de la forma más inverosímil, en pequeños manifiestos feministas árabes y en su rebeldía, su pasión, su intensidad, su poesía, su furia, su delicadeza y su gigantesca necesidad de libertad.

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