Simon Scarrow es conocido principalmente por sus novelas de romanos. Lleva ya una docena escritas y, a una por año, parece que puede seguir con ellas indefinidamente. Las protagonizan Cato y Macro, dos legionarios romanos que, como Astérix y Obélix, se ven envueltos invariablemente en las peripecias más arriesgadas. Son divertidas, ágiles, tienen mucha acción y testosterona guerrera para aburrir. Y, al igual que las aventuras de los dos irreductibles galos, me las he leído todas con verdadera fruición. Mejor no me meto a opinar sobre ellas, soy demasiado fan.
Su nueva novela es bastante distinta. Tiene la intriga, la fluidez y los detalles militares de su serie de romanos, pero deja de lado el humor facilón y socarrón de los legionarios para subrayar la seriedad de los hechos históricos a través de su protagonista, un antiguo caballero de la Orden de San Juan que vuelve a Malta tras la llamada de auxilio de su Maestre ante el inminente ataque de la flota turca. Más seria, más trabajada y más ambiciosa que lo que conocía antes de Scarrow. Y además, una forma ligera de aprender qué pasó en Malta en 1565 (antes de recibir el libro no tenía ni idea) y cómo el desenlace del cerco desequilibró la balanza de poder en el Mediterráneo.
Por momentos, me parecía ver a un Russell Crowe cualquiera vestido de caballero hospitalario con su cruz en el pecho dirigiendo una carga en las murallas derruidas y luego atormentado por las dudas sobre su honor y su amada perdida y recuperada. Si de este libro no hacen una película tipo Gladiator o Robin Hood es que no ha caído en las manos del productor-director-guionista adecuado.
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