Esta mañana ha venido un cliente preguntando por libros de poesía. Y empieza a preocuparme que me extrañe tanto, que casi me emocione tanto que siga habiendo gente que quiera leer en verso, que quiera buscar significados entre líneas y de repente comprender el mundo en una frase. Y se ha sorprendido y alegrado de encontrar un librito de Belén Reyes, prácticamente inencontrable ya, que guardo en la librería con ese ruinoso afán romántico de los libreros por conservar aquello que, por razones muy largas de explicar, de verdad necesitamos en nuestra vida. La poesía como un misterio, como ese extraño lenguaje que es capaz de darnos las respuestas que ningún otro puede...
El librito (el diminutivo va en serio, tiene 58 páginas) se llama Ponerle un bozal al corazón. Un bozal para esos momentos en que si recordamos demasiado se pone a gritar y se enfurece y puede llegar a mordernos...
Gracias, Amado, por rescatar para nosotros este poema.
Vengo de olvidarte...
pero llego a casa y me tropiezo contigo,
en las cosas que me miran con tus ojos,
en las pelusas del pasillo
que me enredan leves,
con tu olvido.
Vengo de olvidarte...
y puede
que cambie de casa
y siga viniendo de olvidarte,
que cambie de cuerpo
y te siga deseando,
que cambie de vida
y te siga viviendo.
Vengo de olvidarte.
Tiro el bolso
y se cae el pintalabios,
un beso metálico en el parquet
me recuerda la ausencia de tu boca.
Con vocación de olvidarte
me muevo.
Cada minuto y centímetro
que salgo de mí misma
hago eso, insisto en ello.
Mi obstinación es olvidarte,
mi trabajo es olvidarte,
mi verso es olvidarte,
mi insulto es olvidarte,
mi presente y mi futuro es olvidarte.
Y vengo y voy
para olvidarte.
Me duermo y me despierto
para olvidarte.
Soy lo que soy
para olvidarte.
Me voy a otras cosas,
a otras casas,
a otros seres,
a otras páginas.
Me voy a otros versos,
a otras voces,
a otros canales,
a otros ríos.
Me voy, me voy, me voy
continuamente.
Y cuando vuelvo…
abro la puerta,
en las cosas que me miran con tus ojos,
en las pelusas del pasillo
que me enredan leves,
con tu olvido.
Vengo de olvidarte...
y puede
que cambie de casa
y siga viniendo de olvidarte,
que cambie de cuerpo
y te siga deseando,
que cambie de vida
y te siga viviendo.
Vengo de olvidarte.
Tiro el bolso
y se cae el pintalabios,
un beso metálico en el parquet
me recuerda la ausencia de tu boca.
Con vocación de olvidarte
me muevo.
Cada minuto y centímetro
que salgo de mí misma
hago eso, insisto en ello.
Mi obstinación es olvidarte,
mi trabajo es olvidarte,
mi verso es olvidarte,
mi insulto es olvidarte,
mi presente y mi futuro es olvidarte.
Y vengo y voy
para olvidarte.
Me duermo y me despierto
para olvidarte.
Soy lo que soy
para olvidarte.
Me voy a otras cosas,
a otras casas,
a otros seres,
a otras páginas.
Me voy a otros versos,
a otras voces,
a otros canales,
a otros ríos.
Me voy, me voy, me voy
continuamente.
Y cuando vuelvo…
abro la puerta,
tiro el bolso,
el pecho,
la careta
y el tabaco…
el pecho,
la careta
y el tabaco…
y sé que vengo de olvidarte.
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