Augie es el último astrónomo del Ártico. Todos los demás han sido evacuados debido a una catástrofe mundial, pero él ha insistido en quedarse. No queda en el planeta nada que le importe más que las estrellas.
Iris es una niña que aparece de pronto junto a Augie cuando todos los demás han desaparecido. ¿De dónde ha salido? ¿Cómo ha llegado allí? Es muy observadora e independiente, apenas abre la boca y tiene una asombrosa capacidad de resistencia al frío.
Sully es una astronauta que está volviendo a la Tierra junto a sus colegas después de completar una misión espacial de dos años. Hace ya un tiempo que han desaparecido todas las señales de radio y ese silencio empieza a hacerle mella. ¿Qué habrá pasado en casa? ¿Hacia qué tipo de hogar está volviendo?
El cielo de medianoche es una novela sencilla y lírica, con metáforas que brotan de golpe en medio de alguna frase como reflejos de luz en la inmensidad del espacio. Trata sobre la soledad. Sobre la importancia de tener un sitio al que volver, un lugar donde sentirse a salvo. Describe lugares inhabitables (el Ártico, el espacio) con una precisión por la belleza de los detalles y una calidez conmovedoras. Uno siente la energía, la tremenda energía que hace falta para combatir a la naturaleza en lugares así en la tenacidad con la que Sully y Augie insisten en buscar una conexión por radio, en hablarle al profundo silencio con la esperanza de encontrar una crepitación, un ruido, un susurro que responda al otro lado del mundo y les recuerde que no están solos.
Augie, Iris y Sully viven en los límites de la humanidad. Más allá no hay nada. Nada humano. Sólo liebres árticas, bueyes almizcleros, búhos de las nieves; sólo una inmensidad negra punteada de diminutos alfileres brillantes. Más allá no hay más que el fin de lo que son, de lo que fueron. Y si no logran ponerse en contacto, quizá también el fin de lo que podrían ser.
Lily Brooks-Dalton |
Hace unos meses se estrenó una película basada en esta novela, dirigida y protagonizada por George Clooney. Aunque bastante fiel en algunos aspectos, la premisa es distinta y lleva la historia por otros derroteros que nada tienen que ver con los de la novela. Así que recomiendo verla después de leer el libro y no fiarse de ella para juzgar la novela, pues esta va mucho más allá en lo esencial. Aun así, ambas son un canto de amor a la astronomía y al espacio exterior, a toda esa inmensidad que se extiende más allá de nuestro planeta y que es capaz de alimentar eternamente nuestros sueños.
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