jueves, 26 de agosto de 2021

CIUDAD DE LADRONES

Leí esta novela hace unos ocho o nueve años, y guardaba de ella un recuerdo fantástico. Tan bueno que me daba mucha pena no poder recomendarla en la librería, después de que Seix Barral decidiera descatalogarla. Así que me alegré muchísimo cuando Destino la reeditó hace unos meses y, como no recordaba bien los detalles del argumento (lo principal de la trama es sencillamente inolvidable), me animé a releerla para comprobar cómo había aguantado mi impresión de ella el paso de tantos años. Y qué gozada. Qué gozada descubrir que lo esencial del gusto y de la capacidad de fascinación permanecen ahí, intactos, y que puedo disfrutar con treinta y ocho años de lo mismo que ya disfrutaba como un enano a los veinticinco. 

Y sí, la traducción merece un repasito, y hay cosas que son muy mejorables y no es ni de lejos la mejor novela de mi vida. Pero tiene chispa. Tiene gracia. Tiene una agilidad que ya quisieran muchas de las mejores novelas del momento. Y, sobre todo, tiene a Kolya, un muchachito rubio hijo de cosacos que es un verdadero prodigio de personaje. Igual que hay series que giran en torno a la interpretación de un solo actor que con su magnetismo hace que todo lo demás, aunque sea bueno, se convierta en muy secundario (pienso en el Lupin de Omar Sy o en la Mare of Easttown de Kate Winslet), Ciudad de ladrones tiene a Kolya. Y ya sólo por conocerle, merece la pena leer y releer esta estupenda novela. 

Decía que la trama es inolvidable y es que en estos últimos años no me la he podido quitar de la cabeza. Durante el asedio de Leningrado en la segunda guerra mundial, en una ciudad devastada y muerta de hambre, dos adolescentes se ven obligados a encontrar una docena de huevos para la boda de la hija de un pez gordo soviético si quieren librarse de la pena de muerte. Por supuesto, en la ciudad ha dejado de haber huevos hace muchos meses. La gente, a fuerza de comer pan de serrín y patatas podridas, ya apenas recuerda el sabor de un producto fresco. Leningrado se había convertido en un cementerio, una ciudad de fantasmas y caníbales, y nuestros dos héroes tendrán que aventurarse más allá de las líneas alemanas para lograr encontrar su absurdo pasaporte a la libertad. 

Es una historia tragicómica entretenidísima, muy bien contada y que te engancha desde la primera página. Pero sobre todo, es la historia de Kolya, un chaval con un carácter excepcional con el que me iría a buscar veinte docenas de huevos al último infierno del mundo. 




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