Feminicidio. Sí, la palabra asusta. Varios clientes ya se me han espantado al ver la portada de este libro expuesta bien visible a la derecha del mostrador. Qué horror, qué terrible, hay que ver lo que pasa en el mundo. Y yo les sonrío con el pesar empático que demandan sus comentarios, pensando que tienen razón, que es terrible, pero que esto no pasa en el mundo, al menos no en ese mundo bárbaro que imaginan tan alejado de nuestros sofás cuyas víctimas nada tienen que ver con nosotros. No, esto pasa en este mundo, en el nuestro, en nuestro país, a gente como nosotros, mujeres y niñas como las que amamos y besamos todos los días. Esto pasa aquí y ahora. Y sí, es un espanto. Y aunque poco podemos hacer más que decir qué barbaridad, pasar la mirada por encima de este libro y que el espanto ceda frente a la curiosidad, y que la curiosidad se alimente de indignación, es quizá un buen paso. Luego podremos, como Mafalda, volver a nuestros juegos, a nuestros dilemas, a nuestras pasiones, y aunque se nos chafe un poco la sonrisa, a nuestra vida cotidiana que por suerte no se ve diariamente amenazada de muerte.
El feminicidio es el asesinato de mujeres por el hecho de ser mujeres. La palabra es nueva, lleva usándose apenas treinta años y hace sólo siete que está en el diccionario. Pero la barbarie que describe es antigua como el mundo. Las palabras son importantes. Con ellas nombramos la vida, el mundo que nos rodea, y lo hacemos nuestro. A través de ellas lo comprendemos y tenemos el poder de cambiarlo para mejorarlo. Es difícil luchar contra una injusticia o un crimen si éste no tiene un nombre. Uno tiene la impresión de perseguir a un fantasma, de ser agredido por un ser invisible que golpea una y otra vez desde la impunidad. Este libro pretende acabar con esa invisibilidad, poner sobre la mesa (y sobre el mostrador de las librerías) una palabra que espante, que estremezca, que sacuda a quien la lea, para que el asesinato de mujeres por el hecho de ser mujeres deje de ser ese fantasma incómodo sin nombre del que nadie quiere hablar.
Nosotros, como libreros, apelamos a la persona que se acerca, nos sonríe y encuentra un placer determinado en dedicar unos minutos de su tiempo a curiosear entre libros. Hablamos con ellos, orientamos, intercambiamos opiniones y, en contadas ocasiones, discutimos cordialmente. A veces colocamos libros contundentes en lugares muy visibles, libros que no necesitan explicación ni recomendación expresa para atraer las miradas. Consideramos que son libros importantes, que aunque no interesen a una mayoría, hay una minoría para la que tienen que estar disponibles de frente y sin tener que buscarlos. Libros como revelaciones, como gritos mudos que apelan a la sensibilidad social y política de cada uno de nosotros. Nuestra responsabilidad para formar criterios es muy limitada. Somos el eslabón final de la cadena de distribución del libro. Pero aspiramos a ser un eslabón lúcido, comprometido y sugestivo. Y con libros como éste ponemos nuestro granito de arena para subrayar nuestro compromiso con lo que consideramos justo y necesario.
Este libro también apela a la persona que se acerca, nos sonríe y curiosea. Pero no se limita a ese ámbito doméstico. Este libro apela al Estado para que se comprometa a luchar contra la violencia contra las mujeres y reconozca "que el concepto de ciudadanía no se sostiene mientras las mujeres no alcancen la plena igualdad de derechos". Porque "mientras tengamos un modelo de Estado que no se comprometa - en todos los países del mundo y de manera trasnacional - a dar garantías jurídicas para la erradicación de las distintas formas de violencia que acechan a las mujeres: sexual, económica, política, simbólica, mediática, institucional..., la igualdad seguirá siendo una meta lejana".
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