jueves, 20 de julio de 2023

UMBILICAL

Los clientes me recomiendan libros. Pasa muy a menudo. Algunos lo hacen para devolver el favor: tú me recomiendas a mí y yo te recomiendo a ti. Otros quizá por afán de instrucción: tú lo que tienes que hacer es leer esto si quieres estar al día de lo importante. Y otros, los menos, me recomiendan libros como un acto de amor. Con luz en los ojos, en el tono de voz con el que se cuentan secretos y se arman conspiraciones. Así me recomendó una mujer este libro de Andrés Neuman. Y fui inmediatamente a por él. A esa luz en los ojos yo nunca me resisto. 

Me imagino a Andrés Neuman escribiendo este libro, a ratitos, como quien mira por la ventana y echa a volar. Son capítulos muy cortos. Como pequeños poemas. Uno alza la mano, flexiona los dedos y ahí está, la pompa de agua. Brilla, gira. Y explota. Dura un segundo. Dos, tres. La belleza es eso. Un presente que se evapora. Y las palabras de este libro, una fotografía de lo que la belleza refleja en la sensibilidad del autor. 

Como quien mira por la ventana. De una casa, de un hospital. Pensando en la fragilidad del mundo. En cómo se tiende un diálogo con quien solo mira y manotea y se asombra. Pensando en cuál es la consistencia de ese diálogo, de ese puente. Cómo se cruza y adónde lleva. "No me atrevo a invocarte antes de tiempo, por si desapareces. ¿O la superstición trabaja en el sentido inverso, y nombrarte te confirma? Pendes de un hilo pero no eres frágil, porque aún desconoces tu fragilidad: eres más bien la nuestra. Voy naciendo al decirte". 

Uno alza la mano, flexiona los dedos y ahí está, la pompa de agua. La cabeza blanda de un niño que balbucea. Sonidos "con hambre semántica" que no dicen nada y aspiran a nombrarlo todo. Y ahí están los dos, probando vocales, "dos enamorados con todo su lenguaje por delante". 

Los clientes me recomiendan libros. Y cuando lo hacen con luz en los ojos, casi siempre aciertan. Vaya si acertaste, querida C. 



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