miércoles, 14 de diciembre de 2022

YO VOY, TÚ VAS, ÉL VA (firma invitada)

Refugiado/a: Persona que, a consecuencia de guerras, revoluciones o persecuciones políticas, se ve obligada a buscar refugio fuera de su país.
Refugiar: Acoger o amparar a alguien, sirviéndole de resguardo y asilo. 

Es curioso, durante años, cuando era pequeña, asociaba el asilo a personas mayores, incluso a personas con problemas mentales. El asilo no era para mí una ayuda, sino más bien una maldición, un lugar para dementes, para viejos, para personas desarraigadas, para quienes ya habían perdido toda esperanza en la vida.

Con esta novela de Erpenbeck, aquella acepción errónea que tenía de asilo ha vuelto a echar raíces. Los refugiados de Yo voy, tú vas, él va son hombres desahuciados. Desde luego, perdieron su hogar. Muchos de ellos perdieron a sus familias. Y en el proceso de huir a Europa perdieron, muchos de ellos, su dignidad. O quizás no perdieron nada, sino que se lo robaron todo.

En Yo voy, tú vas, él va, Richard, el catedrático emérito de lenguas clásicas y recién jubilado que, casi por casualidad, topa con un grupo de refugiados manifestantes, también se convierte en uno de ellos. Conocer la historia de cada uno de los africanos de países diferentes con los que entabla relación e incluso amistad, le hace retroceder a su propia historia de desarraigo. Las guerras en Libia o Ghana, cuyas consecuencias han vivido algunos de sus nuevos amigos, le llevan a recordar la historia de su país, su guerra. Y, después, su vida en la RDA. Y, después, su vida en una Alemania reunificada a la que todavía hoy, más de treinta años después, no ha llegado a adaptarse.

Los refugiados de esta novela lo son porque finalmente se encuentran con ciudadanos individuales que los resguardan, que crean una comunidad cercana con quienes vivir algo parecido a lo que una vez fue su vida. Sin embargo, las instituciones y la sociedad, así, en abstracto, los rechaza. Lo dicen los comentarios en los foros de los diarios virtuales. Lo dicen los retrasos administrativos a la hora de ofrecer una vida digna a cada uno de ellos. Lo dice el discurso del odio extendido y generalizado entre la población alemana. Lo dice, en definitiva, la propia vida. Las otras vidas que sí son dignas, que sí merecen cuidados, un hogar y un trabajo.

En esta novela he descubierto algunos de los entresijos y de la palabrería legal a la que se acogen los países para dar o rechazar asilo a las personas refugiadas que huyen de sus lugares de origen. He descubierto la odisea que es la emigración, los trámites al pasar de un país a otro, casi como moneda de cambio, perdiendo toda esperanza. He descubierto la cantidad de prejuicios que se nos van formando en las mentes occidentales y el esfuerzo titánico que hemos de hacer por derribarlos.

Esta ha sido, desde luego, una lectura muy iluminadora. Perfecta como continuación de lo último que leí, una joyita diminuta e irresistible de Carole Zalberg sobre la huida y el rearraigo nunca realmente conseguido, Fuego por fuego, editado impecablemente por Armaenia.





No hay comentarios:

Publicar un comentario