lunes, 4 de septiembre de 2017

TRILOGÍA COUGHLIN

Todo empezó con una novela portentosa titulada Cualquier otro día. Parecía una mezcla de novela histórica y novela negra, pero era mucho más que eso. Ambientada en Boston en 1918, describía la efervescencia de los primeros grupos anarquistas estadounidenses, el nacimiento del FBI y la lucha de los negros por su dignidad a través de unos personajes de una fuerza impresionante. De hecho, a las pocas páginas, uno descubría que era un alegato descomunal contra el racismo, en una época en la que ser negro significaba ser sospechoso de todos los crímenes posibles; un grito por un poco de justicia social en los años en que cualquiera que hablara de los derechos de los trabajadores, del sufragio femenino o de la pobreza extrema de los inmigrantes era considerado un anarquista-comunista-terrorista-enemigo-de-los-Estados-Unidos-de-América; y también un apasionado homenaje a la ciudad de Boston a finales de los años diez, cuando el país (y buena parte de Europa) era un hervidero de revueltas sociales que reclamaban condiciones de vida, no ya de bienestar, sino de mera supervivencia. 


Novelón redondo donde los haya, parecía difícil que pudiera tener continuación. Pero unos años después, Dennis Lehane retomó la historia con Joe Coughlin, el hermano del protagonista de Cualquier otro día, para escribir Vivir de noche, una estupenda novela de gangsters en la Florida de los años de la Ley Seca. ¿Quién iba a pensar que un hijo y hermano de policías y fiscales terminaría controlando el negocio ilegal del ron en buena parte del sur de Estados Unidos? Aunque, visto desde su perspectiva, tampoco había demasiada contradicción. La mayoría de los policías y los fiscales vivían de la corrupción, en connivencia y gracias a los banqueros. Y la única diferencia que Joe veía entre los banqueros y los ladrones era un diploma universitario. Y que los primeros rara vez iban a la cárcel. 

Y ahora nos llega el cierre de esta trilogía con el final de la vida de este gangster, ya medio retirado, cuyo pasado le sigue persiguiendo allá donde va. Su vida, muy a su pesar, ha estado salpicada de codicia y castigo, y los que, como él, eligen vivir de noche, rara vez mueren plácidamente en su cama, rodeados de su familia. Los gangsters viven prisioneros de sus pecados, son rehenes de sus propias fracturas. Y a veces se conceden pequeñas melancolías, se sientan en una playa desierta y piensan en todos esos mundos en los que quizá serían recibidos con los brazos abiertos, como hombres nuevos, puros, inocentes, mundos que quizá un día estuvieron a su alcance pero que hoy han desaparecido para siempre. 

Cualquier otro día es prodigiosa. Aunque las siguientes son más modestas, las tres forman una trilogía de intriga histórica espectacular.



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