lunes, 2 de marzo de 2020

LA MECANÓGRAFA

Piénsalo como una aventura, le dice su jefe al principio de todo. Y las primeras semanas de verdad que lo parece. Una aventura un poquito ridícula, incluso. Ella tiene dieciocho años y la guerra es un fondo oscuro que, lejos de apagar su brillo, resalta su buen humor y su ligereza. Nunca sospecharía lo que se le vendría encima muy poco después. 

La misión de Juliet consiste en controlar las células fascistas británicas que operan en Londres en 1940. Antiguos miembros de la Unión Británica de Fascistas, simpatizantes de Oswald Mosley, muchas amas de casa y gente normal de barrio que uno ve todos los días por la calle sin imaginar que están traicionando a su país. O mejor dicho, la idea de libertad y democracia de su país. Y también, por supuesto, esos duques tan peripuestos que organizan cenas espléndidas mientras Churchill habla de sangre, sudor y lágrimas, para planear cómo se repartirán el pastel de su querida Inglaterra cuando Hitler campe a sus anchas por Whitehall. Su objetivo no es localizarlos para erradicarlos, sino infiltrarse en sus reuniones y permitir que crezcan, siempre dentro de "un huerto amurallado del que no puedan escapar para esparcir su semilla maligna". Cuando su jefe la instruye con este tipo de lenguaje, Juliet se lo queda mirando, entre asombrada y divertida: "una chica podría morirse de vieja tratando de interpretar una metáfora como esa". Quizá por eso no puede evitar desear que siga hablando, o que deje de hablar y la requiera para cosas más íntimas y más serias.

Kate Atkinson ha creado con Juliet a una heroína de novela deliciosa. Desde las primeras páginas he caído rendido ante su encantadora inclinación hacia la broma y la ligereza. Es una chica vivaz e impaciente. Saltarina. Ocurrente. Cándida. Resuelta. Atolondrada. Impuntual. Soñadora. Y he soltado más de una carcajada ante la descripción psicológica de su tumultuosa vida interior. Si es con Juliet yo también quiero espiar a fascistas británicos. Pase lo que pase. 

Me ha gustado la descripción de la ambigüedad constante de los miembros del servicio secreto. "La señal de que alguien es un buen agente es no tener ni idea de en qué bando está". Y esas frases sinuosas y ambiguas con las que los ingleses tratan de decirte algo peliagudo sin decírtelo y a la vez suplicándote que no les pidas que sean más explícitos, no les vaya a dar un infarto a su pudor y a su buena educación. "A veces hablaba con tantos rodeos que sus intenciones se perdían por el camino". 

Kate Atkinson
La acción salta entre entre 1940 y 1950, y describe muy bien cómo los coletazos de la destrucción se prolongaron todavía varios años tras el final de la guerra. En 1950 la guerra parecía "una herida suturada con torpeza y a veces daba la sensación de que algo la estuviera abriendo. O alguien". Otra guerra más sibilina, sin bombardeos ni sangre en las calles, se estaba gestando, esta vez contra los soviéticos. Una guerra sin sangre, pero llena de sospechas y micrófonos y desconfianza por todas partes. 

Por el tema y el tono me ha recordado a Operación dulce de McEwan. Todo hermosamente salpicado de citas de Shakespeare, con una imaginación ingeniosa y chispeante que nunca descansa. La mecanógrafa es una comedia de espías fulgurante que parece escrita por la guionista de La maravillosa Mrs. Maisel.




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