jueves, 10 de julio de 2025

LAS SIETE MARAVILLAS DEL MUNDO ANTIGUO

El sentido del asombro y de la maravilla lo aprendí de mi madre. Crecí rodeado de él. Era, de alguna manera, parte del paisaje, y sus poderes benéficos se quedaron en mí, como el contacto con la enredadera del jardín o los viajes a las montañas verdes del norte. Es un sentido que se alimenta de la curiosidad y de la humildad, de descubrir constantemente que no sabes algo y morirte de ganas de aprenderlo. También tiene que ver con la inocencia y la vulnerabilidad: es un sentido que entronca con nuestro yo infantil que no tiene reparo alguno es mirar a alguien querido con cara ilusionada o dar saltitos de alegría ante algo sorprendente. «El asombro nos ayuda a darnos cuenta de que el mundo es más grande que nosotros mismos», escribe Bettany Hughes en Las siete maravillas del mundo antiguo, y es así. Con cada gesto de asombro ante alguna maravilla nuestra capacidad de imaginar se ensancha y crecemos un poquito por dentro. 

Siglos después de su construcción, sus nombres e historias aún nos fascinan: la Gran Pirámide de Guiza, los Jardines Colgantes de Babilonia, el templo de Artemisa en Éfeso, la estatua de Zeus en Olimpia, el mausoleo de Halicarnaso, el Coloso de Rodas y el faro de Alejandría. Las siete maravillas del mundo antiguo fueron creaciones de asombrosa audacia y pruebas del alcance de la imaginación humana. Aunque hoy solo queda en pie la Gran Pirámide, la escala y majestuosidad de las siete maravillas sigue cautivándonos. Y este ensayo hace que vuelvan a cobrar vida ante nuestros ojos y nos ofrece un viaje magnífico en el tiempo para disfrutarlas en todo su esplendor. 

«Colectiva e individualmente, el impacto del las siete maravillas del mundo antiguo no se limitó a conmocionar y asombrar, como pretendían en un principio. También sirvieron como fermento de ideas. El mero hecho de vincular expresiones culturales heterogéneas nos da esperanza como especie: es un acto de comunión. Su enumeración es también un acto político. La inteligencia colectiva es el sello distintivo de nuestra especie». 

Este no es solamente un estupendo libro de historia, arqueología, arte y sociología. También trata sobre el significado del asombro y la maravilla y la necesidad que tenemos de asombrarnos y maravillarnos constantemente para poder vivir vidas plenas y felices. Al reaccionar con asombro y maravilla ante un monumento, bosque o anécdota de un amigo, le estamos otorgando un significado, lo estamos fijando en la memoria, estamos diciendo y diciéndonos que nos importa, que esa belleza que percibimos encuentra eco en nuestro interior, que nos conecta con quienes somos y con quienes queremos ser. 

Todo el mundo tiene la capacidad de asombrarse y maravillarse ante las cosas. Pero es un sentido que hay que cultivar, con voluntad, con inocencia y con conocimiento. Si no se cultiva, se marchita, como cualquier sentido. Y si se marchita no solo dejamos de disfrutar de una de las mayores fuentes de placer de la vida, sino que nuestra capacidad de imaginación y de empatía encoge y se atrofia y nuestro mundo se vuelve más pequeño. 

El sentido del asombro y de la maravilla lo aprendí de mi madre. Ella sigue maravillándose y asombrándose cada día ante cada pequeño milagro de la vida cotidiana. Y yo intento seguir su camino. Cada día, nuestro mundo se vuelve más grande. 




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