jueves, 21 de mayo de 2020

UNO DE LOS NUESTROS

Claude Wheeler detesta la manera en que los hombres devotos aceptan dócilmente la corta lista de placeres permitidos. Él anhela estudiar, aprender lenguas remotas, viajar a ciudades a las que no pueda llegar su carromato. Presiente que el mundo de interminables praderas y cultivos de trigo no está hecho para él. Ese mundo fértil de esfuerzo sobrehumano es una prisión para su espíritu libre. Y los espíritus libres nacidos a finales del siglo XIX en Nebraska no lo tienen nada fácil. 

Su familia pertenece a un mundo en el que las ideas no tienen importancia. En el que no se cuestionan los juicios ni los rumores. Un mundo en el que los hombres llegan de trabajar cada noche agotados como caballos, demasiado cansados para pensar. Nadie nunca le ha enseñado que los sentimientos pueden tener un significado. Que los enfados, las humillaciones o el pudor son nudos en su cabeza que, con las palabras adecuadas, uno puede aprender a deshacer. Ha aprendido que para todo hay una forma correcta y otra incorrecta, y que la mejor manera de distinguirlas es mediante la costumbre y la religión. ¿Cómo algo puede estar mal hecho si siempre se ha hecho así y además es voluntad de Dios?

Un día conoce a una familia de emigrantes alemanes, los Erlich, que representa lo opuesto a su familia: son vitalistas, relajados, entusiastas y aman la cultura. Junto a ellos la vida le parece más interesante y atractiva que en ningún otro lugar. En las veladas asombrosas que pasa en su casa descubre que existen palabras para expresar asombro y entusiasmo, y que a través de ellas sus emociones profundas pueden emerger a la superficie y, lejos de provocarle vergüenza, hacerle inmensamente feliz. 

Con veinte años, Claude tiene la sensación de no haber empezado aún a vivir. De que la vida es eso que les ocurre a los demás. Quiere huir de la rutina de sus padres y vecinos, una rutina marcada por el recelo a que algo malo suceda en cualquier momento y que encumbra a la seguridad y la protección como los valores fundamentales que rigen la existencia. Con veinte años, Claude quiere huir. Y la entrada de Estados Unidos en la primera guerra mundial será una inesperada vía de escape. 

Uno de los nuestros puede parecer una novela sobre la guerra pero no es una novela bélica. Trata sobre personas prisioneras de unas normas rígidas que luchan por deshacerse de ellas para vivir en libertad. Trata sobre la cultura y las ideas, y cómo los pensamientos pueden convertirse en un refugio interior, un reducto inviolable en un mundo que desprecia la costumbre de cuestionarlo todo. 

Willa Cather

Por la descripción preciosista del paisaje, por la delicadeza en la expresión de las emociones, por esos personajes humildes que salen adelante tras vencer mil adversidades, por la cultura del esfuerzo y del logro individual en esa América profunda tan salvaje y bella y llena de posibilidades, Uno de los nuestros me ha recordado a otra novela prodigiosa ambientada y escrita en la misma época y lugar titulada Así de grande. Tanto Edna Ferber, su autora, como Willa Cather, tuvieron un talento especial para escribir novelas conmovedoras y universales inspiradas en un territorio casi inexplorado. Y nos enseñaron que algunas personas pueden reconciliarnos con el mundo y hacernos encajar, por fin, con la forma en que necesitamos vivir nuestra propia vida, libres del miedo a evadirnos de la cárcel de las costumbres. 



No hay comentarios:

Publicar un comentario