lunes, 11 de mayo de 2020

SEIS DE CUERVOS y REINO DE LADRONES

Leí la primera parte de esta estupenda y taquicárdica bilogía de literatura fantástica en febrero y me estaba reservando la segunda para las vacaciones de semana santa cuando llegó el parón obligatorio y el confinamiento y decidí que un caramelito así era demasiado perfecto para una evasión de urgencia y que no podía esperar. Seis de cuervos y Reino de ladrones son las dos partes de una historia de un grupito de seis rufianes postadolescentes que siempre se guardan unos cuantos ases en la manga (a veces da la sensación de que se sacan barajas enteras vete tú a saber de dónde) para escapar de los embrollos más disparatados, y que acabas adoptándolos como esos amigos desquiciados y entrañables a los que siempre se les quiere a pesar de su locura. 

Nada más empezar a leer, todo parece una especie de Ocean's 11 pero con magia, un cruce extraño entre Harry Potter y Matrix. Lo sé, suena bien. O no, suena horrible. En fin, que no se puede explicar comparando, hay que leerlo. 

Lo que sí puedo decir es que mientras la acción sucede a toda velocidad sin darte tiempo ni para respirar, la perspectiva de cada personaje tiene complejidad afectiva y una profundidad psicológica y emocional que sorprende. Sus historias personales ahondan en las cargas del trauma. Los motivos por los que uno es capaz de arriesgarlo todo (a saber: el dinero, el amor, la venganza) siempre son universales. Y siempre los mismos. Pero en las manos de Leigh Bardugo adoptan nuevas formas espectaculares e inquietantes. 

Y como casi siempre ocurre en las mejores novelas fantásticas, los entresijos del argumento dejan espacio para su dosis de crítica social, por ejemplo a la esclavitud y a la explotación sexual y a los que se lucran con el trabajo precario de los demás, y también a los fanáticos borrachos de su propio poder que extienden sus redes clientelares eligiendo a chavales valientes y sencillos y alimentándolos  con odio, silenciando su conciencia con prejuicios y la promesa de una gloria vana que no está más que en su cabeza.

La embriaguez del riesgo. La excitación del peligro. Tratar de no morir es la mejor distracción posible para estos seis insensatos que se juegan el pellejo de mil formas para tratar de encontrar un equilibrio en sus vidas a la deriva. 




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